
San Gundleo: el rey galés

Fuentes: Parroquia San Martín, Alfa y Omega,
Hoy, 29 de marzo, es la Fiesta de San Gundleo (Gwynllyw), Rey de Cambria meridional. Fue el primer hijo del Rey Glywys de Demecia, que hoy se llama Nonmouthshire y se ubica al sur del país de Gales. Se cree que fue marido de Santa Gladys y padre de San Cadoc, hermano de San Petroc.
Este monarca fue gentil, pacífico y justo, de acuerdo con narración de la Vita Gunley. Por otro lado, la Vita de Cadoc señala que fue un bandido y disoluto. Sea como fuere, ya en avanzada edad se convirtió al cristianismo graicas a su hijo, San Cadoc. La vida de San Gundleo mejoró mucho y, según indica su mujer, ambos vivieron una austeridad profunda.
San Gundleo abdicó de su reino y se fue a un campo viejo en Stow Hill, por Newport, quizás en una colina del lugar. Santa Gladys escogió un lugar más cerca, sobre la orilla del río Ebbw. Ambos vivieron una vida de penitencia, pero San Cadoc, su hijo, los convenció de separarse por completo físicamente. Por esta razón, San Gundleo se mudó a una ermita en Pecarnau (Bassaleg), y ahí gestionó la construcción de una iglesia dedicada a la Santísima Virgen María. En aquel lugar, San Gundleo fue sepultado junto a Santa Gladys, luego de recibir los últimos sacramentos de su hijo, Cadoc. Se recuerda el nombre de San Gundleo en varias iglesias y pozos en Gales meridional.
Si no hubiera sido por una vaca, el rey Gundleo –ladrón y secuestrador sanguinario– no sería hoy más que otra pintoresca figura en la legendaria genealogía de las dinastías reales británicas.
Nacido en Monmouthshire, Gundleo –Gwynllyw es su impronunciable nombre en galés– fue el hijo mayor del rey de Gales, por lo que al morir su padre heredó el reino.
Fue un auténtico señor de la guerra. Participó en numerosas incursiones para defender su territorio y sembrar el respeto entre los reinos vecinos. Saqueos y robos formaban parte de la vida habitual en aquel tiempo y Gales, bajo la mano de Gundleo, no fue una excepción. Su fama llegó más de mil años después a oídos del pirata Henry Morgan, que lo llegó a tomar como patrono de sus incursiones en el mar.
Un elemento que ayuda a entender la expansión de los territorios en aquella época es el de los enlaces matrimoniales. Los reyes y nobles ampliaban su influencia gracias a los matrimonios de sus hijos que concertaban con otros señores. Pero Gundleo debió de ser un hombre de temperamento pasional y no se resignó a casarse por mero interés.
En una de sus visitas al rey Brychan Brychiniog conoció a Gladys –Gwlady, en su idioma–, una de los 24 hijos de Brychan, que debía de ser muy bella.
Gundleo no lo dudó un segundo y le pidió la mano a su padre, pero Brychan se negó. Como Gundleo era un hombre de armas tomar –literalmente–, emprendió una expedición militar de 300 hombres contra el rey vecino solo para capturar a Gladys. Lo consiguió, pero 200 de sus fieles perdieron la vida en la batalla, que solo paró cuando intervino en la contienda el rey Arturo.
Cuando Arturo conoció a Gladys quedó él también prendado de su belleza, y decidió quedársela para sí mismo. Le tuvieron que convencer dos de sus caballeros para que desistiera de su idea y acabara cediendo a Gladys a su legítimo secuestrador. Desde la distancia de los siglos, hoy resulta más que pintoresca la idea de que el asunto Gladys formara parte del orden del día de los caballeros de la tabla redonda.
Un banquete a lo grande
El amor de Gladys no transformó al rey Gundleo, cuya nueva vida no distó mucho de la anterior. De hecho, cuando Gladys dio a luz a su primer hijo, Cadoc, su padre decidió celebrarlo a lo grande, por lo que robó todo el ganado que pudo para el banquete.
Sin embargo, los hombres de Gundleo cometieron el error de quitarle a san Tathan su única vaca. Cuando Tathan, que entonces dirigía un monasterio en Caerwent, se presentó sin miedo a reclamar al rey su única fuente de sustento, Gundleo y Gladys se quedaron impresionados de su figura y de su sabiduría, hasta el punto de que decidieron confiar la educación de Cadoc al monje.
En los años siguientes, los reyes de Gales comprobaron cómo poco a poco su hijo crecía en piedad y en sabiduría. Cuenta la tradición que fueron el ejemplo y las palabras de su hijo –que luego se convirtió en uno de los principales evangelizadores de su tiempo y fundó varios monasterios– los que propiciaron la conversión de sus padres.
Al principio se fueron los dos esposos a una pequeña ermita a vivir, pero luego se separaron para llevar cada uno por su lado una vida ascética. El rey entonces tuvo un sueño en el que un ángel le habló y vio una visión de un buey blanco con una mancha negra en la frente. Durante uno de sus paseos vio el mismo buey que en su sueño, y fue en ese lugar donde levantó una ermita de madera que hoy se ha convertido en la catedral de Newport, al sur de Gales. «No hay retiro en el mundo como este espacio que ahora estoy destinado a habitar. Feliz es el lugar, y más feliz es quien lo habita», dijo.
Allí pasó sus últimos años hasta que murió el 29 de marzo de 523, atendido por Cadoc, el hijo que le llevó a la fe.
